Es llamativo escuchar muchas palabras de aliento llamándonos a ser ganadores, campeones, los primeros. Pero que desagradable es oír sobre la posibilidad de que podamos ser perdedores. A ninguno nos agrada perder y menos considerarnos que hemos perdido y lo que es aún peor, que otros nos consideren perdedores.
Lo que la gente quiere oír, es que va a ser un ganador o a lo sumo ser contado entre los primeros, pero hay muy pocos que les dicen que para ser buenos ganadores en la vida, antes debemos ser un buenos perdedores. Por lo menos este es el consejo y condición que nos dejó Jesús.
Nos dice que los últimos (los perdedores) serán los primeros, que debemos ser como un grano de trigo que para dar fruto primero debe “morir” al ser sembrado (perdedor), el que no deja sus prioridades por seguirle (perdedor) no puede hacerlo y podríamos seguir enumerando de sus declaraciones al respecto.
Vemos al apóstol Pablo que lo perdió todo por ganar a Jesús. El caso de Pedro. El caso de Juan, preso y desterrado, y tantos otros que nos muestran un camino diferente a lo que muchos quieren oír. Muchos lo dicen lo contrario para tener muchos que les oigan.
Sólo cuando deponemos todo para seguirle, seremos verdaderamente ganadores, sólo cuando reconocemos que somos humanamente fracasados, podemos entender que realmente valemos algo, y si valemos es porque estamos en Cristo. O sea Cristo es quien vale y nosotros valemos porque estamos en Él.
A fracasados vino a buscar el Señor –lo débil- Pero nos toma en sus brazos y entonces sí valemos mucho es porque Él vale, si somos sabios es porque Él es sabio, si tenemos autoridad es porque Él la tiene, si tenemos gozo es porque Él lo tiene, si tenemos paz es porque Él es el Dios de paz, si tenemos Vida Eterna es porque Él es la “Vida Eterna”.
Estar en Cristo es estar dentro de Cristo, ser uno con Él, estar en sus brazos, de la misma forma que Cristo está en el Padre. Nos sirve de ejemplo un bebé dentro del vientre de su madre, quien está protegido, alimentado, seguro y fluye la misma sangre. Ocurre algo similar entre nosotros con Jesucristo y Jesucristo con el Padre.
Jesucristo irradia su gloria a través de quienes permanecemos en El y sólo permanecemos quienes le amamos, vivimos en su justicia y le tememos. Si salimos de estar en sus brazos, de estar dentro suyo, de su amparo cobertura y protección, volveremos a ser lo que éramos antes o peor. Irradiamos Su gloria no la nuestra. Entonces si irradiamos gozo, esperanza, amor, fe, etc., estamos irradiando el carácter de Cristo. Es el olor de Cristo para vida y no nuestro olor para muerte.
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