Corrección y Disciplina en la Comunidad

Tema 9


Introducción:


La hermandad y la vida espiritual que compartimos implica un compromiso sano y serio en­tre todos los que somos hijos de Dios. Cuando nos entregamos a Cristo nos comprometimos a llevar una conducta que condiga con nuestro testimonio cristiano; una vida santa y ejemplar, moral y espiritualmente, que refleje la misma vida de Cristo Jesús.

El Espíritu Santo opera constantemente en nosotros para conformarnos a esa imagen singular.


Este compromiso con Cristo y con los hermanos impli­ca a su vez, una responsabilidad mutua para animar, exhortar y cuando fuere necesario reprender, corre­gir y aun disciplinarnos los unos a los otros. Cristo y sus apóstoles nos han dejado instrucciones y claros ejemplos con respecto a este ministerio y haríamos mal en desconocer esta clara enseñanza de la Pa­labra de Dios.


Como punto de partida, miremos un pasaje bíblico orien­tador que nos muestra la actitud de Dios nuestro Padre para con sus hijos que han cometido pecado o que preci­san una corrección en su conducta: (Hebreos 12:4-11).


Hebreos 12:


Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:


Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; 6Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.


De la lectura de este pasaje se desprende tres verdades im­portantes:


1.Dios, en su carácter de Padre, instruye, co­rrige a todos sus hijos, para el propio bien de ellos. En esto le motiva su gran amor para con nosotros.


2. Nuestra actitud y reacción a sus tratos co­rrectivos deben ser soportar y aprender de la disciplina. En lugar de menospreciar o desmayar, cuando somos re­prendidos, debemos venerar y obedecer a nuestro Padre.


3. El fruto que Dios busca en la disciplina es justicia y santidad en nuestra conducta.


Ya que la corrección y disciplina de un hijo de Dios corre por cuenta de su Padre Divino, ¿que autoridad tienen sus hermanos para aplicarla?. Es que el mismo Señor, Cabeza de la iglesia, or­denó que nos cuidáramos los unos a los otros. Si no velamos por la santidad, si no nos anima­mos, amamos, exhortamos y reprendemos los unos a los otros, dejaremos que las fuerzas de la carne y del mundo, deterioren nuestra hermandad y comunidad hasta desvirtuar el propósito de Dios al redimirnos del pecado. La vieja pregunta de Caín en el libro de Génesis. ¿Soy yo guarda de mi hermano? tiene una respuesta afirmativa en la vi­da y conducta de todo discípulo cristiano, "Si" soy guarda de mi hermano.


En una familia donde hay autoridad legítima, tie­ne que haber también disciplina y corrección. Las normas se establecen por la autoridad competente, y luego hay vigilancia para que la enseñanza sea sanamente acatada. Es fruto y expresión de amor verdadero, y siempre se ejercitará en bien tanto de la comunidad como del que la precisa.


Para corregir a otros no debemos dejarnos guiar por nuestros sentimientos, sino por principios mo­rales y un sereno razonamiento. Así se asienta la reverencia por el nombre de Dios y sus precep­tos. Si no hay corrección cuando hay faltas comprobadas, no hay temor de Dios, la enseñan­za se desperdicia, se desprecia y se derrocha. La disciplina establece la seriedad y validez de la instrucción.


1) ¿CUANDO SE REQUIERE CORRECCION O DISCIPLINA?


a) Cuando la conducta de un cristiano deshonra al Señor (1ª Timoteo 1:19-20; 5:8; Tito 1:16-20; 2ª Juan 9:11) Sobre todo en nuestra vida cotidiana, en el hogar; en el trabajo y en la calle, debe san­tificar y honrar a Dios.


b) Cuando un cristiano ve a su hermano en una falta, le hará bien si le llama la atención o le reprende con amor y mansedumbre. Nuestro deber es exhor­tarnos los unos a los otros y provocarnos al amor y las buenas obras. (Mateo 7:5; Hebreos 10:25 Gálatas 6:1-2).


c) Cuando la conducta es irresponsable o escandaliza a la comunidad (Mateo 18:15; Romanos 14:15;20-23; 2ª Tesalonicenses 3:10-15). Un cristiano no debe ser egocéntrico, viviendo solo para sí. Todos debemos pensar en cómo podemos edificar, bendecir y servir a los demás. Las enseñanzas del Nuevo Testamento reprochan fuertemente una conducta irresponsable.

d) Cuando hay trasgresión de mandamientos explícitos del Señor (1ª Timoteo 5:19-20; 1º Corintios 5:1-13). Esto implica rebelión y es sumamente serio.


e) Cuando causa divisiones (Tito 3:10-11). Esto es un atentado contra la unidad esencial del Cuerpo de Cristo y por lo tanto, merece una severa sanción.



Otras normas que conviene tener en cuenta para desarrollar un buen criterio en la corrección y disciplina.

· El nivel espiritual de la persona, su tiempo en el Señor, su madurez y entendimiento de la voluntad de Dios, si confesó su mal por voluntad propia o si fue descubierta.

· La gravedad del pecado; reincidencias; su alcance y efecto en la vida propia del culpa­ble.


· El efecto sobre otros.


2) ¿CUAL ES EL PROPOSITO DE LA CORRECCION?


Principalmente, es para restaurar salvar al trasgresor, (Mateo 18:15-22; 1ª Corintios 5:5; 1ª Timoteo 1:19-20; 2ª Tesalonicenses 3:13-15, Santiago 5:19-20). Lo que se procura es que se vuelva a una con­ducta justa y consecuente que revele la vida de Cristo. El primer efecto de la disciplina es que le hace ver la gravedad de su pecado. El arrepen­timiento de uno nunca puede ser más profundo que su conciencia de la gravedad de su pecado. Cuando uno es reprendido por su mal le causa tristeza, pe­ro después da el fruto apacible de justicia. Nunca debemos olvidar que la meta es salvar, rescatar, restablecer, restaurar; nuestra disciplina no es punitiva ni vengativa, ese terreno es prerrogativa exclusiva de Dios. (Romanos 12:19).


Otro propósito de la disciplina es para sanear la iglesia; santificar la comunidad cristiana (1ª Timoteo 5:20; 1ª Corintios 5:6. San Pablo dice que es una advertencia para todos, “para que los demás también teman”.


En el caso mencionado a los corintios, se refirió al peligro de la contaminación de Toda la masa, (Vs. 6,12,13,) y les instruye terminantemente, “quitad a ese perverso de entre vosotros". Una me­dida disciplinaria, aplicada correctamente hace bien a la iglesia, honrándola a la vez que honra el nombre de Dios.


3) DIFERENTES GRADOS Y MEDIDAS DISCIPLINARIAS


No todo mal es igual, como tampoco todo bien tiene el mismo valor. Además, hay un desarrollo lógico en el trato con uno que ofende o peca, que depende en ciertos aspectos de la disposición y receptividad que manifiesta frente a la corrección.


El pasaje clásico de Mateo 18:15-22 presenta una serie de pasos específicos cuando la persona reprendida resiste la corrección, a saber:

· Primero, es reprendido por el hermano ofendido, es­tando ellos dos solamente. Si se arrepiente, es per­donado y allí termina el asunto (ya que el texto im­plica que el mal no tuvo alcance mayor que estos dos).


· Si el ofensor no escucha, el mismo hermano vuelve a hablarle otra vez, pero ahora con uno o dos testigos para constar toda palabra.


· Si el culpable sigue empecinado, es necesario lle­var al asunto ahora a la asamblea de los hermanos reu­nidos, quienes deben sancionarlo y tenerle en adelante como gentil y publicano. Es decir, no le traten más como hermano, porque su conducta manifiesta rebeldía contra la comunidad. El resultado es el más extremo al alcance de la iglesia: excomunión (1ª Corintios 5:13).


· Otro caso un poco diferente presenta Pablo en Tesalonicenses 3:14-15. Exhorta a los hermanos con respecto a su responsabilidad hacia un hermano desobediente, hay que señalarlo y no jun­tarse más con él. Sin embargo, no llega a la gravedad del caso anterior, ya que su amones­tación es "como a hermano". En los versículos 10 al 12 del mismo capítulo el apóstol hace referencia a un hombre desor­denado e irresponsable, cuya condenación es que sufra la consecuencia de su propia conduc­ta indebida. "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.”