El amor fraternal

Tema 2


Introducción:


Existen diversas expresiones del amor, por ejemplo: El amor de Dios, el amor a Dios, el a­mor al prójimo, el amor entre esposos, el amor al enemigo etc. Sin embargo, ya que estamos estudi­ando la relación entre hermanos, es precisamente el amor fraternal el tema que observaremos a la luz de las escrituras.

Jesús dijo que el distintivo sobresaliente en la comunidad de sus discípulos sería el amor que se tuvieran entre sí. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. (Juan 13:35) Este es el mandamiento principal y fundamental en la relación entre hermanos.

Lo contrario al amor no es necesariamente el odio, sino el egoísmo que nos conduce al individualismo. El egoísmo se manifiesta como amor excesivo hacia sí mismo y desinterés hacia los demás. Es el carácter del que subordina el interés ajeno al suyo propio y juzga todas las cosas según ese criterio. Se ve cuando todos sus esfuerzos y afectos convergen siempre ha­cia su persona. En cambio, amar es más que dar, es darse, entregarse, lo cual nos lleva hacia la participación en la comunidad de hermanos en Cristo. (Hechos 2:44.47)



1) EL QUE AMA A SU PROJIMO HA CUMPLIDO LA LEY.


Cuando un intérprete de la ley preguntó a Jesús por tentarle. “Ma­estro, ¿Cual es el gran mandamiento en la ley?” Resumiendo todos los mandamien­tos en solo dos: Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.


De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:36-40). Es que los diez mandamientos se pueden resumir así, los primeros cuatro, tienen que ver con nuestros deberes para con Dios y los seis restantes con los deberes para con nuestro *prójimo (*Próximo, cercano en cuanto a distancia, familiaridad, afecto, labor, o comunidad de intereses).. Dejando claramente establecido, que en relación a Dios, lo más importante es amarle con todo nuestro ser y en relación a nuestros semejantes, el mandamiento más gran­de también es AMARLES.


No es que los demás mandamientos son menos importantes, pero si verdaderamente amo a mi prójimo no voy a hurtarle, ni deshonrarle, ni mentirle, ni codiciar, ni matarle, ni cometer adulterio, etc..


San Pablo declara: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo co­mo a ti mismo”. (Gálatas 5:14-15). También dice: “El que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. (Romanos 13:8-10). Así también, el que ama a su hermano no sólo no le va a hacer mal, sino que procurará hacerle bien. De este concepto surgió el dicho de Agustín: Ama y haz lo que quieras.


2) EL MANDAMIENTO NUEVO Y PRINCIPAL QUE JESUS ENSEÑO


Juan 13:34: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros: como yo os he amado, que también os améis unos a otros ". (Juan 15:12-17; 1ª Juan 2:7-10; 3:23).


¿Por qué es éste un mandamiento nuevo? Moisés ya había dicho en la antigüedad: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19:l8). Lo nuevo del mandamiento de Jesús consiste en que nos amemos COMO EL NOS HA AMADO.


Jesús es la encarnación del amor. Nunca alguien pudo decir: “Ámense unos a otros así como yo les amo". Jesús es la medida y expresión concreta, práctica y visible del amor. Sus discípulos pudieron apreciar el amor en una dimensión práctica y no en definiciones teó­ricas.


Jesús nos impacta y transforma la vida con este mandamiento “Debemos amar a nuestros hermanos como Jesús nos amo”. Vale decir, de la misma mane­ra, con la misma intensidad, con la misma abnegación, con la misma fuerza, con la misma plenitud, con el mismo espíritu, con las mismas implicancias, con el mismo compromiso (1ª Juan 3:16). Pues recordemos que el propósito de Dios es que seamos en todo como Jesús. El rasgo principal y sobresaliente de la vida y carácter de Jesús es su amor ha­cia nosotros.


Es un mandamiento: ¿Qué se hace con un mandamiento? Sencillamente, se obedece. Cristo no apela a nuestros sentimientos, sino a nuestra voluntad. Si el amar a mi hermano se basara en mis sentimientos, sería un amar muy fluctuante y débil. Determinarme amar a mi hermano en obediencia al Señor; es un mandamiento y yo lo obedez­co; en la acción obediente, se desata su poder que ya estaba en mí; luego mis sentimientos seguirán a mi o­brar. En la obediencia con fe se desata la bendición de Dios.


Otros pasajes: Romanos 12:10; Colosenses 3:14; 1ª Tesalonicenses 4:9; 1ª Pedro 2:17; 3:8, 4:8; Hebreos 13:1:20 Juan 5:6.


3) EL QUE NO AMA A SU HERMANO PERMANECE EN TINIEBLAS Y EN MUERTE.


El amar a nuestros hermanos es la prueba de nuestra per­manencia el Cristo. Es el test que demuestra si estamos en la vida del Señor o en Tinieblas. La primera epístola de Juan es muy clara y terminante al respecto. Leamos con cuidado los siguientes pasajes:


2:9-11, "El que aborrece a su hermano está en tinieblas”


3:10-11, "El que no ama a su hermano no es de Dios"


3:14, "El que no ama a su hermano permanece en muerte”


3:15, "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida”


4:7-8, "Todo aquel que ama, es nacido de Dios y conoce a Dios”


4:12, "Si nos amamos unos a otros, Dios perma­nece en nosotros”


4:20-21, "Si alguno dice: yo amo a Dios, y aborre­ce a su hermano, es mentiroso”


Es imposible seguir a Cristo y no amar al hermano; a cualquier hermano; a todos los hermanos.



4) EL AMOR DEBE SER EL MOTIVO DE LA VIDA CRISTIANA. (1ª Corintios 13:1-3).



El motivo que Dios mismo tuvo para dar a su hijo fue el amor. (Juan 3:16)

Si tuviera todos los dones y la mayor consagración y sacrificio y no tengo amor, nada soy y de nada me sirve. Es decir, el verdadero y genuino amor ha de ser nuestra más íntima motivación en cada cosa, en cada acción. Dios no nos mide por las acciones exteriores, ni por la operación de los dones; El no mira únicamente la intensidad de nues­tros esfuerzos y sacrificios por ayudar a nuestros hermanos, sino que mira nuestro corazón para ver si nuestra motivación al hacerlo es el AMOR.

Aún los servicios mas sagrados como orar, ayunar, dar limosnas, predicar o profetizar, pueden obedecer a motivaciones impuras como la ostenta­ción, la vanagloria o la competencia. Si la profunda intención del corazón no es AMOR, lo que hago de nada me sirve.

Frecuentemente solemos tener una mezcla en nuestras motivaciones; por eso necesitamos la operación de la cruz en nuestro hombre interior, para que despojados de toda intención natural, estemos imbuidos y motivados por la vida de Cristo en nosotros y el amor de Cristo gobier­ne nuestras acciones. La operación de la cruz de­be preceder, acompañar y penetrar nuestras inten­ciones en cada cosa que hacemos. (1ª Corintios 13:4-7).



5) EL AMOR ES FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO.

Lo imposible: Recordemos que el nuevo mandamiento de Jesús, es que nos amemos unos a otros, como El nos ha amado. Esta es la pregunta clave: ¿Quien de nosotros puede amar a su hermano como Cristo nos amó? ¿Quien tiene la capacidad de amar como Jesús? Este es el mandamiento humanamente imposible, ya que to­dos nosotros por naturaleza somos egoístas, nos amamos demasiado a nosotros mismos.

Lo imposible fue hecho posible: Cristo es la encarnación­ del amor; él trajo el verdadero amor al mundo. He aquí un hombre que habitó entre los hombres sin la herencia adámica pecaminosa, sino por el contrario es Dios hecho hombre y Dios es amor.



La plenitud del amor de Dios habitaba en un hombre: JESÚS.



El, habiendo demostrado lo que es el amor con su vida y obra, finalmente se hace uno con nuestro pecado. (2ª Corintios 5:21) Y cuando muere en la cruz lo hace matando nuestro viejo hombre. Una nueva creación emergía el día de su resurrección para impartir esa vida nueva a los que creen, dando así a los hombres la posibilidad de vencer por la fe esa herencia adámica.


El Espíritu Santo viene para comunicarnos la vida de Cristo, para implantar en nosotros a Jesús con toda su capa­cidad de amar. Es por eso que San Pablo dice, en Gálatas 5:22-23: “mas el fruto del Espíri­tu es AMOR gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra ta­les cosas no hay ley”. El Espíritu Santo nos dio la capacidad de amar; de amar como Jesús. Poniendo en nosotros a Cristo mismo. Notemos que el amor aparece encabezando la lista y aún en otros pasajes englo­bando todas las demás cosas. La manifestación fundamental del Espíritu en nosotros es el AMOR.


Podemos amar como Jesús amó: Cuando Cristo nos manda que nos amemos como él nos ha amado, nos está pidiendo algo imposible para lograr por nosotras mismos, pero en Romanos 8:2-4, Pablo dice: Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.


Lo que era imposible por nuestra debilidad, Dios hizo posible que se cumpliera en nosotros por el Espíritu. La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado del egoísmo. Ahora tengo en mí una fuerza nueva, la vida de Cristo. Tengo la capacidad de amar como Jesús amó, porque estoy libre de la ley del pecado por haber muerto a ella, ahora ya no vivo yo, más vive Cristo en mí (Gálatas 2:20). Ya no soy yo el que intenta amar, es Cristo quien ama en mí. La ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del egoísmo, insufIando en mí una nueva ley: del amor.


El amar no es un mero mandamiento, es una GRACIA (una dádiva). Si, es un mandato porque revela la voluntad de Dios, pero es una gra­cia porque es el fruto del Espíritu Santo.


Sus mandamientos no son gravosos: Satanás primero quiere hacernos creer que es imposible amar como Jesús, y una vez que somos liberados de esa mentira por la verdad de Dios, quiere hacernos creer que si bien es posible, sin embargo es muy difícil amar como Jesús. La pa­labra de Dios declara “sus mandamientos no son gra­vosos" (1ª Juan 5:3). Justamente en esta epísto­la donde más enfáticamente se habla de amar al hermano aún hasta dar la vida por el, es don­de dice que sus mandamientos no son gravosos. Su yugo es fácil porque él no solo ordena, sino tambi­én provee. No solo nos muestra su voluntad, sino también nos capacita para hacerla, “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el espí­ritu santo que nos fue dado” (Romanos 5:5; 2ª Timoteo 1:7; Filipenses 4:13). Dios nos ha capacitado con Su amor, no con el nuestro, para amar como Jesús.



6) ESTE AMOR FLUYE DE UN CORAZÓN SINCERO Y PURIFICADO.


Como el amor es fruto del Espíritu Santo, si mi corazón no está limpio el Espíritu no fluye y por lo tanto el amor no fluye. En (1ª Timoteo 1:5) Pablo habla del amor “nacido de un corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. Tam­bién en (1ª Pedro 1:22) leemos acerca del "amor frater­nal no fingido”.

Cuando nuestro corazón no está bien con Dios, es muy común practicar amor fingido, exteriorizaciones sin vida ni realidad. Las relaciones pú­blicas tienen mucho de esto. Confesemos to­do pecado, desechemos la carne, vivamos por el Espíritu para que ese amor fluya en nosotros li­bremente.


6) EL AMOR DEBE DESARROLLARSE Y ABUNDAR MAS Y MAS EN NOSOTROS.


(Filipenses 1:9; 1ª Tesalonicenses 3:12; 4:9-10).

Todo lo que tiene vida crece, se desarrolla. El amor, la vida de Cristo en nosotros también tiene que crecer. En la medida que conozcamos a nues­tros hermanos y sus necesidades, iremos crecien­do en el amor.


También iremos desarrollando nuevas y cada vez más prácticas maneras de amar. Por la renovaci­ón de nuestro entendimiento seguiremos siendo transformados, nuestro carácter, nuestra conducta, nuestro estilo de vida, nues­tras aspiraciones, la administración de nuestros bienes y talentos, todo se irá modificando pa­ra llegar a ser una auténtica expresión del AMOR DE DIOS derramado en nuestros corazones.


Que toda nuestra vida pueda también resumirse diciendo que hemos puesto la vida por los hermanos.



APLICACION PRACTICA:


La aplicación práctica de este tema es el SERVICIO. El estar juntos es el eslabón entre el AMOR FRA­TERNAL y el SERVICIO. Por lo tanto, los dos próxi­mos temas están íntimamente relacionados con Este.


AMOR à ESTAR JUNTOS à SERVICIO


y en el griego del Nuevo Testamento, el gráfico aparece así:


ÁGAPE à KOINONÍA à DIACONÍA