La Autoridad y la Sujeción

Tema 5


Introducción:


Dios está juntando a su pueblo. Llegare­mos a ser una ciudad asentada sobre un monte que no se podrá esconder. Queremos estar juntos, nos ama­mos somos hermanos; queremos servirnos unos a otros.

Para que todo esto sea cada vez más una realidad, hay una gracia que es indispensable: es la gracia de un espíritu sumiso y sujeto. Así lo aprendemos de nuestro Señor Jesús. El anunció la médula de su enseñanza con estas palabras: Bienaventura­dos los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mateo 5:3). Todo lo que si­gue de la enseñanza y mandatos de Cristo presupone un espíritu dócil, humilde y sumiso.


La llegada del Reino de Dios a nuestras vidas pone fin a nuestro individualismo y por ende, apunta a acabar con la anarquía. El pueblo de Dios ha de ser una comunidad bien coor­dinada y unida entre sí, en la cual todo vesti­gio de anarquía desaparecerá y en donde reine una sumisión gozosa y voluntaria a la autoridad del Señor.


El hecho de que estemos en el reino de Dios ya indica que hemos tomado pasos concretos en esta vida de sumisión. Hemos tomado su yugo, nos he­mos bautizado, y ahora queremos afirmamos en esta gracia para poder relacionarnos con toda la hermandad en el espíritu de Cristo. Que hermosa es la iglesia cuando se despoja de todo vestigio de altivez y rebeldía, para vestirse de manse­dumbre y sujeción. “Así que como la iglesia está sujeta a Cristo”... “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante”. (Efesios 5:24-27)


Toda la vida de la iglesia debe caracterizarse por este espíritu sumiso. Así el apóstol Pedro lo enseña en el párrafo que compren­de 1º Pedro 5:1-11. Primero, los mismos ancianos tienen que ser ejemplo, no sirviendo como si tuviesen señorío sobre la grey. Luego los Jó­venes deben estar sujetos a los ancianos. Y finalmente, “todos sumisos unos a otros". Como vemos, la sumisión es un mandamiento para todos y con todos.


1) SOMOS UNA COMUNIDAD BAJO AUTORIDAD


Una comunidad comprometida con Jesucristo. Dicha comunidad está formada por hombres y mujeres que han hecho un pacto con Cristo, un compromiso total con El, consistente en recono­cerle como el unigénito Hijo de Dios, aceptando su Palabra como la revela­ción de Dios para nosotros y disponiendo toda nuestra vi­da a su señorío. Una comunidad sujeta a Cristo, así como el cuerpo está sujeto a la cabeza. (Efesios 1:22-23; 5:23; Colosenses 1:18).


Una comunidad comprometida entre : Los miembros de esta comunidad están relacionados e intercomunicados entre si, como los miembros de un cuerpo. No podemos estar unidos a Cristo sin estar unidos a su cuerpo, que es la iglesia. La comunidad como cuerpo debe tener conciencia de si misma, es de­cir, debe saber a quienes incluye.


Gobierno teocrático. Esta comunidad no funciona democráticamente, ni por asambleas electorales, ni por un grupo selecto. Su forma de gobierno es teocrático: Dios mismo es el que establece su voluntad. Cristo es la cabeza y su autoridad debe ser reconocida por toda la comunidad en forma absoluta e incuestionable. (Salmos 96:10-13; 97:1; Isaías 9:6-7; 1ª Corintios 15:24-28).


La autoridad delegada. La autoridad de Cristo como ca­beza, se ejerce sobre todos los miembros del cuerpo conforme a los ministerios que el mismo constituye y se extien­de a través de los miembros bien concertados y unidos entre si. (Efesios 4:11-16; 1ª Corintios 12:27-28; Tito 1:5; 2ª Timoteo 2:2; Colosenses 2:19). Primero apóstoles, luego profetas, lo tercero pastores y maestros... los que presiden y enseñan... hombres fieles, capaces de enseñar a otros, etc.


Todo el cuerpo está unido por coyunturas. (Efesios 4:16; Colosenses 2:19). Cada miembro está unido y sujeto al cuerpo de Cristo. Así, todo el cuerpo queda unido entre sí por las coyunturas. Cada hermano al estar unido y sujeto al cuerpo recibe grandes beneficios:


· Nutrición: Por la enseñanza, la palabra el ejemplo, la amonestación, y la exhortación

· Protección: Por la oración, el conse­jo, la super­visión de la fe, etc.. Cobertura espiritual.

· Formación: Por los mandatos claros y su observación, por hacer juntos la obra de Dios, por la convivencia.

· Integración al cuerpo: Por involucrarse en la comunidad, por el amor, la ayuda, la comunión, etc..


2) EL PROPOSITO DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL

La autoridad no es un fin en si mismo, sino el medio para lograr un fin. Así como los padres ejercen autoridad sobre sus hijos con el fin de ayudarles en su sano desarrollo y forma­ción, el ejercicio de la autoridad en la iglesia tiene como propósito la debida edificación de cada miembro del cuerpo. Es decir, el propósito de la autoridad es formar discípulos, enseñándoles que guarden todas las enseñanzas de Jesús, (Mateo 28:19-20) cumpliendo así el propósito eterno de Dios; edificar a cada hijo suyo a la imagen de Jesús.

Para edificar una vida, es necesario con la autoridad del Señor, enseñar, instruir, aconsejar, ordenar, corregir, consolar, reprender, disciplinar, exhortar, animar, controlar, bendecir, etc. (2ª Timoteo 2:2; 3:14-17; 4:1-4; Tito 2:11-15; 3:8-11) Resulta imposible edificar a alguien que no esté bajo autoridad.

Nuestra intención en el ejercicio de la autoridad debe ser servir a los hermanos. Debemos ejercer autoridad con espíritu de servicio y no con espíritu de señorío. (1ª Pedro 5:2-3). La intención legítima de toda autoridad es­piritual es servir a los hermanos y nunca la ambición de tener dominio sobre ellos.

Cuando nuestra intención al ejercer autoridad es el servi­cio, nos libramos de inhibiciones y complejos, pudiendo actuar con mayor firmeza, en un sano espíritu, evitando abusos y extravagancias (Marcos 10:42-45; Juan 13:13-15; 1ª Pedro 5:2; Tito 2:15). El ejercicio de la autoridad delegada por Cristo, implica vivir en el temor de Dios, en el espíritu. Toda auto­ridad espiritual legítima proviene del amor de Dios.


3) LA NATURALEZA DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL.


La autoridad espiritual no es impuesta sino reconocida. La autoridad no es un derecho cuyo reconocimiento debemos exigir de los demás. No se puede imponer a nadie que se sujete. Ya que es una autoridad delegada por Dios debe refle­jar el mismo carácter de la autoridad divina. Dios no gobierna sobre quien no quiere ser gobernado. Del mismo modo, no se puede ejercer autoridad, en el que no reconoce dicha autoridad. (1ª Samuel 8:4-9).

La autoridad espiritual proviene del desarrollo y la madurez personal. La convivencia en la relación entre hermanos, hace que gradualmente a medida que nos conocemos, surja el reconocimiento de la autoridad espiritual.

¿Cuáles son los elementos que establecen y sostienen la autoridad espiritual?


· La revelación, el conocimiento espiritual de Cristo. (Efesios 1:17; 3:3,5).


· La gracia o el don otorgado por el Señor. (Efesios 4:7-11; 1ª Corintios 12:28)


· La investidura, el oficio, la ordenación.


· La sujeción: El que no está sujeto al cuerpo no puede ejercer autoridad. (Mateo 8:9)

· La conducta ejemplar. (1ª Timoteo 3: 2-7; 4: 12)


· Los frutos del ministerio. (1ª Corintios 9:1-2 )


Estas seis cosas conjuntamente son las que estable­cen, confirman y mantienen nuestra autoridad espiri­tual. Hay distintos grados de autoridad en el cuerpo de Cristo, según tengamos estos elementos presentes en nosotros en mayor o menor grado.

4) LA SUMISION


· Sumisión es dar obediencia inteligente a una autoridad establecida.


· Sumisión es aprender a agradar a aquel a quien uno está sujeto y no a sí mismo.


· No es una mera obediencia exterior, sino la exterioriza­ción de un espíritu sumiso.


· No es estar sujeto cuando nos ven y nos pueden controlar, sino aun cuando nadie nos ve ni nos controla. Por eso San Pablo dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios" (Efesios 5:21).


· Sumisión es renunciar a nuestro parecer cuando éste se opone a la orientación de los que ejercen autoridad so­bre nosotros, velando por nuestra vida espiritual. La iglesia esta sujeta a Cristo, todos los aspectos de la sujeción en la iglesia deben convergir hacia la sumisión a Cristo. La autoridad de Cristo se nos presenta de distintas maneras.


Sumisión a la Palabra de Dios (Juan 10:27; 15:10; Mateo 7:24; 28:20) Cristo expresa su voluntad a través de su Palabra. Someternos a Cristo equivale a someternos a sus enseñanzas. Nadie puede decir que está sujeto a Cristo si no se sujeta a su palabra. Señalamos dos aspectos de la Palabra de Dios:

· La Palabra universal y eterna. El Kerigma y la Didache. Se refiere a todo el conse­jo de Dios para todos los hom­bres de todos los tiempos. (2ª Tesalonicenses 3:14)


· La Palabra circunstancial y particular. Es la que nos llega mediante la guía del Espíritu Santo y nunca contradice a la ante­rior. Conviene que sea juzgada y confirmada por dos o tres testigos.


Sumisión a los pastores de la grey. (Timoteo 5:17; Tito 2:15; Hebreos13:17; 1ª Pedro 5:5)


·Los pastores nos trasmiten la Palabra de Cristo. Teniendo mayor gracia, experiencia, conocimiento y crecimiento en el Señor, nos enseñan y aconsejan en la voluntad de Dios. Mientras nos transmitan las enseñanzas de Cristo, consistentes en mandatos cla­ros, nuestra sumisión debe ser absoluta.


· Cuando nos aconsejan y orientan sobre aspectos re­lativos, la sujeción es más elástica. San Pablo distingue estos dos aspectos cuando dice: "Esto di­ce el Señor..." y "esto digo yo..." (1ª Corintios 7:10-12). Con todo, haremos bien en sujetarnos también cuando nos aconsejan, ya que tienen mayor sabiduría en el Señor.


Sumisión a los que nos presiden, enseñan y guían en el Señor. (1ª Corintios 16:11; 1ª Tesalonicenses 5:12-13)


· Hay hermanos que tienen mayor crecimiento espiritual y sin ser pastores, nos están ayudando, enseñándonos la Palabra del Señor.

Sumisión los unos a los otros. (Efesios 5:21; 1ª Pedro 5:5; Romanos 12:10)


· Hay una sujeción mutua en el cuerpo de Cristo: "todos sumisos los unos a los otros". Esto realmente hermosea la casa de Dios y la resguarda del espíritu de superiori­dad y ambición, (Filipenses 2:3). Librándola de estable­cer una jerarquía intocable. Todos los hermanos tienen acceso a todos los demás hermanos en la casa de Dios para decirle algo de parte del Señor, darle un buen consejo o una sana advertencia. Dios da gracia a los humildes.


5) LOS ALCANCES DEL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL


· Para comunicar las enseñanzas de Jesucristo y de los Apóstoles y vigilar por su cumplimiento. (Efesios 4:17; 2ª Tesalonicenses 3:6;12)


· Para tomar decisiones sobre la marcha de la Iglesia. (2ª Timoteo 4:9-12)


· Para aplicar la disciplina en la Iglesia. (2ª Tesalonicenses 3:12; 1ª Corintios 5:1-13)


· Para determinar la aplicación de los principios bíblicos a las circunstancias actuales. Por Ejemplo: la enseñanza apostólica no dice nada directamente en cuanto al uso de las drogas, los cigarrillos, el aborto, etc. Pero sobre los principios bíblicos los pastores pueden pronunciarse concretamente al respecto)


6) LOS FRUTOS DE LA SUJECION

· Paz, orden y armonía en el cuerpo de Cristo.


· Edificación y formación de vidas.


· Unidad y salud en la Iglesia.


· Cobertura, protección espiritual.



NOTA SOBRE ABUSO DE AUTORIDAD

Somos concientes de que se puede caer en abusos ó en aplicaciones indebidas en el ejercicio de autoridad. Como por ejemplo: orientaciones arbitrarias, exi­gir en base a caprichos personales, hacer demandas, impropias, querer imponerse sobre la personalidad de O­tros, ser coercitivos, obrar en la carne, etc. Todo lo cual contraría una conducta acorde con el Es­píritu y las enseñanzas del Señor.


Es entonces, conveniente recordar que todo hermano que ejerza autoridad espiritual lo hace en el nombre de Cristo, lo cual significa en el espíritu de Cristo y de parte de Cristo; por lo tanto, no debe guiarse por sus propias opiniones, sino por la voluntad del Señor. Atribuir a Dios nuestros propios pareceres es una ofensa grave y puede causar mucho daño a otros.


El trato de Cristo con sus discípulos es un ejemplo recto para nosotros. El ejercía autoridad sin ser coercitivo y con sus enseñanzas procuraba formarles de modo que ellos pudieran desarrollar buen criterio y juicio propio.


Una parte importantísima del entrenamiento en el discipulado cristiano es ayudar a los discípu­los a desarrollar buen criterio de modo que estén capacitados para evaluar y juzgar en las circuns­tancias y situaciones específicas a fin de adop­tar la decisión o conducta adecuada.


La autoridad debe ser siempre ejercida dentro de un marco de pluralidad, donde las decisiones o juicios de uno pueden ser ratificados o rectificados por los demás hermanos.


Este tipo de relación plural, además, permite a cualquiera que tenga dudas o conflictos legítimos el recurso de tener a quienes apelar.


Así como no debe existir anarquía en el pueblo de Dios, tampoco debe haber imposiciones arbitrarias. Es necesario que todo el que ejerce autoridad, a su vez esté bajo autoridad para que haya cierta garantía y supervisión.