La Naturaleza de nuestra relación

Tema 1




Introducción:


Antes de considerar los mandatos principales del Señor en cuanto al trato entre hermanos, miraremos la VERDAD de Dios declarada en su Pa­labra referente a nuestra relación, Verdad que de­bemos CREER y PROCLAMAR. Recordemos que primero tiene que penetrar la verdad y luego los man­damientos. En la medida que creemos estas ver­dades que ahora vamos a considerar nos será fácil encarar los mandatos subsiguientes.



1) SOMOS MIEMBROS LOS UNOS DE LOS OTROS


Hemos sido llamados a ser participantes de Cris­to, miembros de su cuerpo, es decir, de El mismo.

El que se une al Señor, un espíritu es con El. (1ª Corintios 6:17)

Cada uno de nosotros, al en­tregarse a Cristo, fue hecho uno con El. Fuimos injertados en Cristo, hechos una sola cosa con El.

“Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos". (Efesios 5:30)

“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1ª Corintios 12:12).


Cristo es solo la cabeza del cuer­po. Así que, al ser miembros de su cuerpo llegamos a ser partes de El mismo; somos uno con El.


Cristo es la vid verdadera y nosotros los pámpanos (Juan 15:5). La vid no consiste solo en el tronco sino también comprende los pámpanos. La vid es la totalidad; los pámpanos son una parte de la totalidad. También nosotros somos parte de Cristo mismo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:23).


La expresión mas común que señala nuestra unión con CRISTO es “en CRISTO”. Esta forma aparece muchísimas veces en el Nuevo Testamento, en las epístolas especialmente, revelando cuan estrecha y sustancial­mente Dios nos ha unido a Cristo y nos ha hecho con El una sola cosa. Este es el punto medular de todo el Kerigma de la edificación.


En virtud de nuestra unión con Cristo somos MIEMBROS LOS UNOS DE LOS OTROS.


Porque somos miembros los unos de los otros”. (Efesios 1:25).


“Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. (Romanos 12:5).


Nuestra participación de la vida de Cristo nos ubica en una relación orgánica con su cuerpo. No podemos, (debemos) participar de Cristo sin participar, (afectar) a la vez de otros que están unidos a Cristo. Nuestra unión con Cristo incluye nuestra uni­ón con todos aquellos que están unidos a Cristo. Al ser uno con CRISTO, también soy uno con mis hermanos.


• Este vínculo que nos une es trascendental y eterno. (Efesios 3:15).

• Este vínculo que nos une es espi­ritual. (2ª Corintios 5:16; Efesios 4:3).

• Es la relación más importante que podemos tener en esta tierra. Todo otro vínculo es tempo­ral, mas con nuestros hermanos en Cristo somos uno por toda la eternidad.


Esta UNIDAD es la que Cristo logró por el sa­crificio de sí mismo, por su muerte y resurrección. Creando en si mismo un solo y nuevo hombre, un solo cuerpo (Efesios 2:14-15).


Cristo ruega al Padre, en Juan 17:20-23, que los suyos sean uno. Pide por una UNIDAD PERFECTA, VISIBLE Y MANIFIESTA al mundo. Y Dios El Padre está respondiendo a la ora­ción de su hijo.


Debemos tener la mente de Cristo y vernos los unos a los otros, como El nos ve: MIEMBROS DE CRISTO, UNO CON EL. Y, por lo tanto, MIEMBROS LOS UNOS DE LOS OTROS Y UNO CON NUESTROS HERMANOS.


2) SOMOS HERMANOS


Somos hijos del mismo Padre (Juan 1:12-13; Romanos 8:16-17; 2ª Corintios 6:18; Gálatas 3:25-26; 4:4-7; Efesios 1:5; 1ª Juan 3:1).


Al nacer de nuevo, fuimos engendrados por Dios, de modo que fuimos hechos hijos de Dios. Dios nos adoptó como hijos suyos por la fe en Cristo Jesús; envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo; nos enseño a orar a Dios llamándole Padre nues­tro. ¡Aleluya!. Ahora somos hijos de Dios. Dios es nuestro padre eterno.


Dios nos colocó en la misma relación filial con El que su Hijo Jesucristo. Nos puso en el mismo grado de relación y privilegio. El honor más grande que el ser humano puede recibir es el de ser hecho hijo de Dios.


Por ser hijos del mismo Padre, somos hermanos (Romanos 8:29; Mateo 23:8-9).


Somos miembros de una gran familia, la familia de Dios, donde Dios es nuestro Padre, Jesucristo nuestro hermano mayor y nosotros hermanos de todos aquellos que son hijos de Dios.


Este parentesco, esta hermandad, es aun mas fu­erte que el parentesco carnal, pues el carnal es temporal; mas la hermandad espiritual es eterna. La familia de Dios es eterna.


Por lo tanto, debemos vernos y estimamos unos a otros como verdaderos hermanos.



UNA ACLARACION IMPORTANTE: No todos los hombres son nuestros hermanos, porque no todos son hijos de Dios.



Existe una idea popular errónea que con­sidera a todos los hombres como hijos de Dios, probablemente nacida de una teología denominada “universalismo”, que equivocadamente considera a todos los hombres como hijos de Dios y herma­nos entre si. Si bien en el orden creacional todos somos criaturas de Dios, en el orden espiritual algunos son hijos del diablo (Juan 8:38-44; Colosenses 1:13; 1ª Juan 3:10; 4:5-6; 5:19)


¿Quienes son los hijos de Dios, vale decir, quienes son nuestros hermanos?



· Aquellos que han nacido de nuevo (Juan 3:3-6)

· Aquellos que están sujetos a Cristo y le si­guen, perseveran (Juan 10:27; 2ª Juan 9).