Dios no tiene obligaciones

Dr. Rubén Jorge Rodríguez

A muy pocas personas se les ocurriría pesar que Dios pudiese tener algún tipo de obligación hacia nosotros. Solamente el pensarlo nos genera un instantáneo rechazo a esta idea y también a pensar que alguien pudiese creer esto o sugerirlo. Es claro que no tiene obligaciones para con nosotros, aunque cumple todo lo que promete, lo que nos gusta y lo que no.

Hace unos años, alguien tratando de razonar a Dios, -cosa que es imposible- intentó compararlo con los gobiernos democráticos de distintas naciones de la tierra, argumentando que “los gobiernos deben representarnos o sea que tienen que estar a disposición o al servicio del pueblo que los ha elegido”, en definitiva, sostenía que son o tendrían que ser servidores de quienes le eligieron en las urnas.

Lo cierto es que Dios no ejerce un gobierno democrático, como el que tienen muchas naciones, ya que a El no lo elegimos nosotros, sino que El nos eligió primero, nos llamó, nos restauró. El gobierno de Dios no es democrático, sino teocrático. Sino fuese no así, no seria Dios. Sin embargo hay personas que se acercaron a El y aunque estos conceptos los tienen en claro, piensan de la manera que esta persona lo hizo aunque se nieguen a reconocerlo.

Si trazamos otro paralelo -por supuesto inapropiado también- nos aclarará un poco esto. Imaginemos que nos encontramos de visita en alguna “superpotencia” o simplemente donde haya algún rey que ejerce su reinado. Quién se atrevería a ir ante un gobernante o un rey poderoso, solamente porque así lo ha decidido, y con la mejor intención, ponerse a cantarle frente a la ventana de su palacio, o tocarle la pandereta, o bien ejecutar algún instrumento musical sofisticado o aún permanecer por largo tiempo arrodillado frente a la puerta de su despacho. Y al ser interrogado responderle: ¡Vine porque tenía el deseo y usted debe estar agradecido por mi sincera actitud!

Nos resulta ridículo, hasta irrisorio pensar en una actitud semejante, sabiendo que sin duda serán tomadas las medidas necesarias para que no continuemos expresándole “nuestro buen deseo” o nuestro ruego de esta manera.

¿Cuándo oramos a Dios, le cantamos, le adoramos o aún más le servimos, creemos que el Señor agradecerá nuestra actitud? Al respecto debemos saber que Dios no necesita de nuestras canciones, de nuestra adoración, de nuestro servicio, en definitiva de nosotros. Pero nosotros sí le necesitamos a El, y mucho.

Nos concede el privilegio de poder alabarle, adorarle, permanecer ante su presencia, servirle, etc. Simplemente el poder permanecer de pie o postrados a sus pies es un privilegio inapreciable para todo verdadero discípulo de Jesús. Es un privilegio que nos permita que le dirijamos la palabra, que le hablemos en el nombre de su hijo Jesús, y aún más que nos preste atención. Es un privilegio que nos permita cantarle, adorarle, servirle. Porque debemos recordar que ¡ES DIOS!.

Cuando comprendemos esto, tendremos una perspectiva más real de quien es nuestro Dios, de su grandeza y majestad. ¡Qué bueno que Dios no necesite de nosotros, y que nosotros le necesitemos y que nos permita tener acceso al Trono de su Gracia!.

Rogamos que este material no sea modificado, ampliado o mutilado.