¿Es el Señor de mis problemas y pruebas?

Ninguna religión, ninguna filosofía, nada ni nadie puede proporcionar lo que el Señor da y es para los que están en pruebas y problemas. No sólo el discípulo fiel, y el discípulo débil, sino también los no-conversos y aún los ateos acuden a Dios en la hora de dolor y desesperación.

La Biblia abunda en pasajes que hablan del cuidado, del consuelo, de la solicitud, la comprensión y la ternura de nuestro Padre Celestial para con los que sufren. Verdaderamente, él es el Dios de toda consolación. (2º Corintios 1:3).

Cuando pasamos por pruebas y problemas, las preguntas que más se hacen, se hicieron y se harán en todos los lugares, idiomas y épocas es: ¿POR QUÉ SEÑOR? y ¿POR QUÉ A MÍ?

No hay una respuesta única a esa pregunta y Dios nos guarde de querer dar una explicación categórica y rotunda al dolor. Pero hay algunas razones claramente definidas en la Biblia para explicar por qué Dios nos prueba y permite los problemas en nuestra vida. Las consideraremos ahora:

¿POR QUÉ TENEMOS QUE PASAR POR PRUEBAS Y PROBLEMAS?

• Para ser conformados a la imagen de Cristo:
Hemos aprendido al principio de estos estudios que el propósito eterno de Dios es tener una gran familia de hijos semejantes a su Hijo Jesucristo. Nuestra meta pues es SER HECHOS A LA IMAGEN DE CRISTO, parecernos cada día más a Jesús.

• Los problemas y pruebas son sencillamente la disciplina de Dios para moldearnos, limar asperezas, quitar durezas, ajustarnos y perfeccionarnos. Es el “trato” personal de Dios con cada uno de nosotros para hacernos a la imagen de su Hijo. (Romanos 8:28-29 con Hebreos 5:7-9, 12:5-11; Santiago 1:2-4).

• A veces no se trata de “pruebas” sino que no es otra cosa que la consecuencia del pecado y la desobediencia. (Gálatas 6:7-8):

• Enfermedades que vienen de los vicios, borracheras, gula, lujuria, etc., o sencillamente, por transgredir las reglas de higiene. Esto incluye el descuido o abuso insensato del cuerpo, como dormir poco o demasiado, desabrigarse, comer mucho, mal o poco, etc.

• Quebrantos económicos por fraude, deshonestidad, evasión de impuestos, insensatez, etc.

• Desoír consejos de la Palabra y de los hermanos fieles referentes al matrimonio con no-conversos, sociedades con infieles. (2º Corintios 6:14-15), hijos descarriados por no haberlos criado en la disciplina del Señor, etc. y muchas otras cosas que harían esta lista demasiado larga.

• Las pruebas nos capacitan para ayudar y consolar a otros. Son el “respaldo de oro” de las palabras y acciones que usamos para bendecir y consolar a los que sufren. (2º Corintios 1:3-6).

• Las pruebas nos acercan al Señor. (Salmo 4:1; 9:9, 18:6, 31:9, 32:7, 37:39, 50:15, 54:7, 59:16, 77:2, 86:7, 91:15, 102:2, 106:44, 107:6-13, 19:28, 108:12-13, 118:5, 119:143, 138:7, 142:2-3. Si salimos victoriosos de una prueba “vemos” a Dios. (Job 42:5).

• Enfrentar y salir airosos del los problemas y pruebas da temple y resistencia a nuestro carácter, atempera nuestros impulsos, quita la liviandad, enseña a valorizar lo verdadero, enriquece nuestra experiencia, amplía nuestra visión y comprensión de las cosas. Como alguien lo expresó muy bien: “Hay cosas que no se pueden ver muy claras, sino con ojos que han llorado”.

• Hay casos y cosas que no encuentran ninguna explicación en la limitada mente, lógica y razonamiento humanos. Accidentes fatales en niños, cáncer en un ser querido y fiel, nacimientos de niños defectuosos, etc. ¿Qué podemos decir?. Sólo nos queda descansar en la soberanía de Dios y su eterna sabiduría y misericordia. (Isaías 55:8-9; Job 1:21, 40:2; Habacuc 3:17-19; Salmo 116:15).


¿QUÉ DEBEMOS HACER EN LOS TIEMPOS DE PRUEBA?

Ante la dificultad, la reacción humana varía en esta gama de emociones:

• Asustarnos, angustiarnos, confundirnos, paralizarnos, desesperarnos.

• Protestar, quejarnos, vociferar, enojarnos, rebelarnos, maldecir, blasfemar.

• Parapetarnos tras una máscara de indiferencia: “¡Bah! ¿Qué le hace una mancha más al tigre?.


Si bien la Palabra de Dios está llena de promesas, consuelo y aliento, también hay demandas que cumplir, actitudes que asumir en la hora de la prueba.

Examinémoslas aquí:

1º MIRAR HACIA ARRIBA, reconocer y aceptar la mano de Dios, su soberanía y control en todas las circunstancias de la vida. (Mateo 10:29-31; Salmo 121:1-2). No dudemos en ningún momento que el Señor quiere nuestro bien. (Romanos 8:28). Dios nunca se equivoca, nunca se descuida, ni llega tarde.

2º Contarle al Señor nuestro problema y DEJARLO EN SUS MANOS. (1º Pedro 5:7, Salmo 142:2-3).

3º El Señor no nos sugiere, sino que nos ordena NO AFANARNOS NI ANGUSTIARNOS. (Filipenses 4:6-7, Mateo 6:25-35).

4º También nos manda a DAR GRACIAS. (1º Tesalonicenses 5:18). Esto está resultando la aventura más excitante que experimentan cientos de discípulos en este momento en todo el mundo: Poder dar gracias al Señor en las pruebas, tragedias, contratiempos, desilusiones, disgustos, fastidios, etc.

5º Y como difícil toque final, el Señor nos manda GOZARNOS en las pruebas. (Santiago 1:2).

6º Como somos un Cuerpo, un Pueblo, una Iglesia, busquemos la ayuda de otros hermanos para orar por nuestras pruebas y las de otros (Gálatas 6:2; Mateo 18:18-20). Hay una virtud especial en la oración unida. Cuando nuestra prueba tiene que ver con un ataque y opresión de Satanás, busquemos hermanos que, ejerciendo la autoridad del Cristo resucitado, nos ayuden y asistan para nuestra liberación.

7º Habiendo hecho todo esto, sólo nos queda ESPERAR…. ¡ESPERAR!. (Salmo 37:5 y 7 a; 42:5; 32:10; 131:3; Proverbios 20:22). La respuesta puede venir en forma explosiva y dramática, puede demorar un poco o puede tardar muchísimo, pero llegará. ¡EL SEÑOR NO FALLA!


Si el sol llegara a oscurecer y no brilla más…
… yo igual confío en el Señor
¡NO ME VA A FALLAR!