Introducción

Dijo Jesús: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (Mateo 24:35)

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)

Transcurridos veinte siglos desde esta declaración del Señor; sería difícil hallar entre nosotros el carácter, forma y funcionamiento de la iglesia primitiva. Es que nuestra historia, está impregnada de humanidad, ideologías, tendencias y decisiones que de muchas maneras reemplazaron al Verdadero Edificador. ¿Cómo era la iglesia en tiempo de los apóstoles? ¿Cuál era su estructura? ¿A qué llamaban fe? ¿Qué objetivos tenía que alcanzar el individuo cristiano en su vida práctica? ¿Sus reuniones eran como las nuestras?.

Las diferentes estructuras industriales, de servicios o administrativas, obedecen a la finalidad que persiguen; o sea, todo lo que se construye, se edifica con el fin de cumplir con un propósito. ¿Cuál era el propósito de Dios al decir “edificaré mi iglesia”? ¿Cómo deberíamos actuar para colaborar con El? ¿Es adecuada nuestra eclesiología para cumplir con el encomendamiento del Señor?

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:18-20)

Observando las escrituras, podremos hacer algunas apreciaciones que nos servirán de modelo y contraste con nuestra práctica actual. (Hechos 2:36- 47; 4:32-33)


• LA IGLESIA, UN SÓLO CUERPO:

La Iglesia, un solo cuerpo. La autoridad apostólica y la sujeción al ministerio docente se aprecian con claridad, comprendiendo a todos los niveles de la misma, (aún a los propios apóstoles). En Hechos 16:1-5, podemos observar que Pablo tenía autoridad para llevar a Timoteo consigo o juzgar la conveniencia de su circuncisión, sin embargo, del mismo modo que ejercía autoridad, también debía guardar las ordenanzas que acordaban los apóstoles y ancianos en Jerusalén. Otros ejemplos: Gálatas 2:11-14; Hechos 11:1-4.


• LO QUE PROBABA EL CARÁCTER CRISTIANO DE UNA PERSONA:

Lo que probaba el carácter cristiano de una persona, era su participación en sujeción dentro del cuerpo de Cristo (debían ser “de ese camino” Hechos 9:1-2). Mientras Jesús caminaba por la tierra era muy sencillo distinguir a sus seguidores, (ver los ejemplos del joven rico o a la multitud) ya que el mismo Señor, luego de proclamar las demandas del reino a los que querían seguirle; “....niéguese a si mismo;” “....tome su cruz; “....si quieren salvar sus vidas la perderán, si pierden sus vidas por mi causa la hallarán,” continuaba su camino haciéndose notable para cualquier observador la decisión tomada por cada pretendiente, ya que a partir de allí, algunos le acompañaban caminando tras El; mientras otros elegían retener sus posesiones.

En la actualidad muchos no sintiéndose enfrentados a las demandas de Jesús ni habiendo adoptado Sus valores, creen que le siguen porque concurren a encuentros de “confesión cristiana”. Cuando la identidad cristiana no consiste en la adherencia a conceptos teológicos-religiosos ni tampoco en la asistencia a algunas reuniones de culto, el gran asunto no es concurrir, sino seguir al Señor; pertenecerle a El.


• LO IMPORTANTE ERA LA COMISIÓN, EL ENCOMENDAMIENTO:

Lo importante era la comisión, el encomendamiento. La pasión por la cual ardía la iglesia era la extensión del Reino de Dios. Actuaban como la luz del mundo, como la sal de la tierra; lo importante era el encomendamiento, ”Id..Haced discípulos”; “Id....predicad el evangelio”, “Como me envió el Padre así también yo os envío”.

Hoy es casi imposible pensar en la iglesia sin referirnos a su estructura. Para observarla hay que hacerlo en sus salones. La mayoría de las actividades se orientan a tener reuniones que “agraden a sus asistentes”, para de este modo atraer a más personas a los mismos salones. Las reuniones en esos salones parecen un espectáculo donde pocos participan y la mayoría sólo observa. Jesús dijo: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud”. (Mateo 5:13-16).

El diablo no logró detener el avance de la iglesia ni con las persecuciones del judaísmo, (Hechos 8:1-4) ni con el poder del imperio romano, pero cuando ésta se recluyó en salones, logró reducirla casi exclusivamente a la expresión de culto, escondiendo su manifestación vital y quitando su influencia del mundo. (Juan 17:15)


• LO IMPACTANTE ERA LA VIDA:

Lo impactante era la vida. La convivencia en amor, la solidaridad, la sencillez, la alegría, les dieron favor con todo el pueblo y en ese marco, “el Señor añadía a la iglesia cada día los que habían de ser salvos” (Hechos 2:42-47). Hoy ya no se aprecia esa vida.

El Señor sigue añadiendo del mismo modo que al principio!. Sin embargo la iglesia hoy en día, en lugar de corregir la vida para que el Señor vuelva a añadir, prefiere hablar de lo que no vive, intentando de este modo reemplazar el crecimiento que sólo El produce.


• ERAN GUIADOS POR EL ESPÍRITU:

Eran guiados por el Espíritu, aún en situaciones que hoy, por nuestra teología o falta de experiencia en el oír a Dios, serían difíciles de aceptar. La guía del Espíritu, era su experiencia permanente (Hechos 16:6-10) y aún, las advertencias que el mismo Espíritu les hacía en sentido de las adversidades, no eran tomadas como pretexto para evitar situaciones difíciles, sino para ser fortalecidos y cumplir con el propósito de Dios. (Hechos 20:22-24).


• LA DEPENDENCIA DE DIOS:

La dependencia de Dios no consistía en el tiempo dedicado al ayuno y la oración, sino en la actitud al hacerlo, para interpretar su voluntad y depender de El. (Éxodo 13:21-22; Números 9:15-23; Jeremías 2:13; Isaías 58:1-11). No residía sólo en los actos, sino en los motivos que los producían; “porque de tal manera amó Dios al mundo” que como consecuencia “ha dado a su Hijo unigénito.”


• LOS “MINISTROS” ERAN CONSTITUIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO:

Los “ministros” eran constituidos por el Espíritu Santo. Nadie hubiera escogido a David como Rey sobre Israel. (1ª Samuel 16:4-13) El joven rico, muy probablemente en nuestro tiempo hubiese sido pastor en alguna de nuestras congregaciones (Marcos 10:17-22). Sin embargo nos costaría pensar en Saulo como un posible apóstol de Jesucristo. (Hechos 9:1-22) Hoy nuestra impaciencia nos ha llevado a constituir a los ministros reemplazando lo que es exclusiva prerrogativa de Dios. (Mateo 9:35-38).


• LA FE:

La fe no era el instrumento que materializaba a través de Dios todo lo que creían, sino aquello que les permitía comprender el obrar Dios, sosteniéndoles establemente en medio de las dificultades. (Hebreos 11) “Fe no significa tener convicciones profundas acerca de algo”. La fe nace de Dios, de lo que El es, de lo que dice de sí mismo y de nosotros.

La fe, no logra que Dios haga lo que nosotros creemos o deseamos. Es el don de Dios que nos posibilita creer en la perfección de Su propio obrar. La virtud de la fe, la acción en la cual se observa su cualidad, es la fidelidad.

El diablo ha hecho grandes esfuerzos para distorsionar “la fe que ha sido una vez dada a los santos.” (Judas 1:3) substituyéndola por ilusiones o fantasías humanas, (una fe hedonista que apunta a la saciedad o bienestar del hombre y no a la voluntad de Dios) sabiendo que si logra desvirtuar nuestra fe, aún cuando observemos fidelidad a lo que creemos, estaremos equivocados respecto a Su propósito. (Romanos 12:3; 2ª Pedro 1:1) Dios reparte la medida de fe a cada uno, nosotros debemos velar por su calidad, de modo que esta nos encamine hacia el cumplimiento de Su voluntad y encomendamiento.


• ¿QUÉ PRODUJO TAL DISTANCIAMIENTO ENTRE ESOS COMIENZOS Y LA REALIDAD ACTUAL?

Sin lugar a dudas, la ausencia de una cosmovisión correcta de Su reino, la relativización de Sus principios y la no observación del fundamento.

El apóstol Pablo decía:

“¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. 1ª Corintios 3:5-11