Ser sabios

Dr. Rubén Jorge Rodríguez

Cuando se dice que alguien tiene sabiduría, muchos piensan en el conocimiento que puede tener referente a alguna disciplina en particular, otros a los buenos consejos que da. Esto desde el punto de vista puramente humano es acertado. Pero hablamos de una sabiduría que supera esta definición y también lo estrictamente humano ya que proviene de Dios.

Por supuesto, es necesario saber lo que dice Dios al respecto, ya que define a la sabiduría como una consecuencia y a su vez declara que sólo el que le teme es verdaderamente sabio. Porque el principio de la sabiduría como lo dice Proverbios 9:10 es temerle. Para ser sabios entonces debemos partir de este fundamento.

Sabemos que Dios es amor y por este motivo muchos piensan que son sabios aquellos que le aman profundamente, -y en parte es cierto- otros conscientes de que también es justo, declaran que es sabio el que ama a Dios y vive en su Justicia y también en parte es cierto. Sin embargo El declaró algo diferente, dice que comienza por temerle.

Sólo si le tememos, reconociendo su majestad, grandeza, poder, gloria, autoridad y señorío podremos amarle plenamente. Esto es debido a que si no tenemos un concepto claro de quien es plenamente, no podremos amarle, apreciarle y valorarle con objetividad. Lo mismo ocurre con su Justicia, sólo podremos hacer lo justo ante El, si reconocemos que es amor y temible a la vez, que es amor, es justo y también temible.

El temor a Dios purifica nuestras motivaciones, acciones, pasiones sentimientos y hasta nuestra alegría. Por supuesto también lo hace en nuestra alabanza, adoración, oración, servicio y comunión con otros discípulos. Nos aparta de pecar. El temor a Dios es el elemento purificador y regulador de nuestras virtudes y cualidades; servicio, obediencia, sujeción, andar en El, amarle, etc. Sin temerle no podemos vivir en santidad.

Si comprendemos que “El Dios grande, temible y justo, nos ama tanto”, que nos toma en sus brazos como a un bebé, protegiéndonos, proveyendo lo que necesitamos y nos mima como un amoroso y tierno Padre, nuestro concepto de El cambia por completo. Sólo cuando reconocemos lo “Magnífico que es Dios” podemos comprender el valor de su amor hacia nosotros.

Debemos comprender que nuestro concepto personal de Dios determina nuestras actitudes. En la medida en que cada día nos rendimos más a El y reconocemos que ES DIOS, dejamos nuestra lucha interior y comprobamos que El nos allana el camino, mientras nuestra mente va cambiando. Porque estaremos andando en Su sabiduría.

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