Tema 7 (a)
Conflicto 1ero.
Introducción:
El primer conflicto que trataremos, será el estorbo que ocasiona a la comunión entre hermanos cuando somos nosotros mismos los que pecamos. Del mismo modo revisaremos detenidamente la confesión de nuestros pecados; clara instrucción del Señor para resolver tales casos.
a ¿Que ocurre cuando pecamos?
1.Tenemos un serio estorbo en nuestras propias conciencias que contrista al Espíritu Santo. (Efesios 4:30) Perdemos el gozo y
2. También se interrumpe nuestra comunión con Dios. El pecado es ofensa contra Dios. El es Santo y nadie puede tener Su comunión si no esta debidamente lavado. (Isaías 59:2; 1ª Pedro 3:7)
3. De la misma manera se dificulta nuestra comunión con los hermanos. Podemos haber pecado contra algún hermano o no; sin embargo en todo caso nuestro pecado afecta la comunión con todo el cuerpo. En el primer caso la afecta directamente, ya que el hermano tiene conciencia de la ofensa que le hemos ocasionado. En el segundo caso la afecta indirectamente, ya que al estar nosotros en pecado, aunque el hermano no lo sepa, nuestra comunión con él no puede ser auténtica, Solo si andamos en luz podemos tener comunión unos con otros. (1ª Juan 1:7) El amor solo puede brotar de un corazón puro y de una buena conciencia. (1ª Timoteo 1:5)
b) ¿Qué ocurre cuando no confesamos nuestros pecados?
Además de continuar con el estorbo en nuestras conciencias, en la comunión con Dios y con los hermanos, cuando no confesamos nuestros pecados la situación se agrava.
1.Comenzamos a cultivar el fingimiento y la simulación entre los hermanos. (1ª Juan 1:6-8) Aparentamos estar bien cuando en realidad estamos mal. Dios aborrece la hipocresía.
2. Nos estancamos espiritualmente. (Proverbios 28:13) El pecado es una atadura, un nudo que hasta no ser desatado nos impide prosperar.
3. Si tenemos sensibilidad, se agrava nuestro conflicto interior. Produciendo como consecuencia, turbación, malestar, depresión y aun trastornos físicos. (Salmos 32:3-4)
4. Corremos el riesgo de naufragar en la fe. (1ª Timoteo 1:19; 3:9) La fe solo se puede guardar con limpia conciencia. Si no la tenemos, a la larga perderemos la fe.
5. Podemos enfermar y aun ser muertos por Dios. (1ª Corintios 11:27-30; Hechos 5:1-11)
c) La confesión de nuestros pecados.
Cada pecado debe confesarse debidamente para recibir el perdón.
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. (1ª Juan 1:9; Santiago 5:16; Salmos 32:1-5; Salmo 51; Proverbios 28:13)
1. La confesión debe ser clara y total. Confesar no es pedir perdón, confesar es decir con la boca lo que hecho y llamarlo pecado. La confesión no debe ser a medias ni con justificativos; tampoco debemos debilitar nuestra confesión explicando que nuestra intención no era mala. Por ejemplo no es confesión decir: “Si en algo te ofendí, perdóname”. Si pecamos nuestra confesión debe ser franca, admitiendo lisa y llanamente nuestra culpa.
2. La confesión debe ser hecha con humildad, contrición y arrepentimiento. Tan profunda como el pecado debe ser nuestra humillación, nuestra vergüenza, nuestro dolor, nuestro reconocimiento. Debemos aborrecer con todas nuestras fuerzas nuestro pecado. Nuestro quebrantamiento no deber ser superficial y pasajero, sino con verdadero arrepentimiento y corrección para no incurrir nuevamente en lo mismo. "El que lo confiesa y se aparta..”. (Proverbios 28:13).
3. La confesión debe ser hecha con restitución cuando esta sea necesaria y posible. (Levítico 6:2-5; Lucas 19:8; Romanos 12:7-8). Debemos devolver lo robado, pagar lo retenido, reparar el daño causado, devolver el honor quitado a alguien por la calumnia, aclarar la mentira, etc. Además debemos asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestro pecado.
4. La confesión debe ser hecha sin demora. "Mientras callé se envejecieron mis huesos... "(Salmos 32:3) "No se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26). No debemos amontonar pecados, ni dejarlo para después. Cuanto mas tiempo dejemos pasar, tanto más nos costará confesar. Apenas tengamos conciencia de que hemos pecado obedezcamos la indicación del Espíritu instándonos a confesar. Si hemos pecado, la confesión es indispensable para seguir adelante.
5. La confesión debe ser hecha sin reproches ni resentimientos contra otros. Debemos confesar lo nuestro sin echar en cara el pecado de nuestro prójimo. Muchas veces, en un conflicto, es posible que haya habido pecado de ambas partes. Nuestra responsabilidad es confesar humildemente nuestro pecado y perdonar de corazón a nuestro hermano su pecado. Si no perdonamos, no seremos perdonados. (Mateo 6:12; 14:15)
6. La confesión debe ser hecha cubriendo el área de la ofensa. Como regla general debemos confesar a quienes hemos ofendido. Debemos dirigirnos a la persona, grupo o congregación contra la cual hemos pecado y hacer nuestra confesión. También debemos hacer extensiva nuestra confesión a aquellos ante quienes hemos pecado. (Mateo 5:23-24).
7. Debemos confesar nuestras faltas los unos a los otros. (Santiago 5:6; 1ª Juan 1:7) Aún cuando algunas veces nuestro pecado no haya sido contra la hermandad, o personas en general (pecados cometidos en nuestra vida privada), necesitamos abrir nuestro corazón a los hermanos que tienen autoridad sobre nosotros, sobre nuestras faltas. Hay varias razones para hacer esto. Por un lado, para tener una verdadera comunión, necesitamos andar en luz con los hermanos sin encubrir áreas privadas de nuestra vida ni dar lugar al fingimiento. Y por el otro, cuando pecamos necesitamos no solo perdón, sino también liberación, consejo, ayuda y oración o cobertura.
d) El perdón de nuestros pecados.
El perdón es el acto por el cual Dios absuelve al hombre del pecado que le separa de él y le devuelve su amistad. Todo pecado es una ofensa contra Dios. Dios es Santo y nuestro pecado es un obstáculo en nuestra comunión con él. Además Dios es justo y en su justicia, juzga y condena todo pecado en el hombre. El castigo que merece el pecado es muerte.
Romanos 6:23.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
1. El único sacrificio válido para la remisión de los pecados es el de Cristo. Antiguamente, el que pecaba en Israel traía un cordero al sacerdote como sacrificio sustitutivo por su pecado. El penitente confesaba sus pecados, los cuales eran transferidos al cordero, entonces el sacerdote inmolaba al animal inocente, el cual moría en lugar del pecador. (Levítico 5:5-7). Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Hebreos 9:22. Estos sacrificios antiguos eran símbolos o figuras del único sacrificio válido para la remisión de nuestros pecados: La muerte de Jesucristo. El es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29; 12 Juan 2:2). Cristo se presentó como el Cordero inocente, cargó sobre su cuerpo nuestros pecados y murió en nuestro lugar. (Isaías 53:4,12; 1ª Pedro 2:24; Romanos 5:8; Hebreos 9; 10).
2. Debemos presentarnos a Dios a través del sacrificio de Cristo por nuestros pecados. Debemos acercarnos a Dios sabiendo que Jesucristo es el Cordero inmolado por nuestros pecados, y decirle algo así como "Oh Dios, he pecado contra ti, merezco tu juicio, merezco la muerte..., me arrepiento y aborrezco mi pecado... Oh Señor mi Dios; Jesús, tu Hijo, murió en sacrificio por mis pecados, el murió en mi lugar y yo lo creo Señor. Perdóname. Y luego…: Gracias por tu perdón. Gracias por lavarme por la sangre de Jesucristo”.
3. Recibimos el perdón por la fe. Después de haber confesado nuestros pecados y presentado a Dios el sacrificio de Cristo, es indispensable creerle al Señor. (1ª Juan 1:9; Salmo 32:1-2; Hebreos 8)
4. El perdón de Dios está basado en su misericordia y en su justicia. Dios no nos perdona meramente porque es bueno, sino porque es justo. ¿Por que dicen las escrituras que él es fiel y justo para perdonar...? (1ª Juan 1: 9) En realidad, Dios nos proveyó a su Hijo como sacrificio en su misericordia, sin embargo es por su justicia que nos da el perdón, pues nuestros pecados ya fueron juzgados y pagados por la muerte de Jesús.